jueves, 25 de julio de 2013

¿Por qué destrozas mi casa?

(Foto UPI)

¿Cómo te sentirías si un grupo de manifestantes ingresara repentinamente en tu hogar, destrozara parte de tus muebles, rompiera otro resto y rayara lo que es preciado para ti?

Esa es la escena que ha ocurrido hoy en la Catedral de Santiago, un grupo de manifestantes pro aborto ingresaron a la Catedral luego de realizarse una marcha que persigue la legalización del aborto. La turba de manifestantes destrozaron un confesionario junto con destrozar otros objetos y rayar distintas superficies con palabras ofensivas. 

Me siento particularmente dolido por la situación, como católico, la catedral es mi hogar, es como si entraran a mi casa y violentaran lo más preciado que tengo. Que falta de respeto, que forma más burda y sucia, que lástima que haya personas con tanto odio en su corazón como para realizar este tipo de desmanes. Lo más penoso y lamentable es que han elegido la casa de Dios, es decir, han cometido un sacrilegio, y de paso han ofendido a toda la comunidad católica. 

¿Acaso no son capaces de tolerar posturas diversas a las suyas? ¿Donde está la capacidad de diálogo que tanto reclaman? 

Sería un error decir que todos los manifestantes, cerca de 3.000, fueron responsables, de hecho tan solo unos centenares participaron en la agresión a la catedral, sin embargo, es conocido que estas manifestaciones a menudo van cargadas de violencia. Desde una visión sobrenatural queda patente la acción del demonio.

Recemos por todos aquellos que tras el uso de la violencia ofendieron a Dios, recemos por sus almas, recemos por nuestro país, para que en ninguna manifestación futura volvamos a ver este tipo de acciones.

domingo, 14 de julio de 2013

¿A quien amar?


A propósito del evangelio de hoy día que habla sobre el buen samaritano, les dejo una canción y una reflexion del Padre Hurtado escrita en Noviembre de 1947, se titula: ¿A quienes amar?


¿A quienes amar?

A todos mis hermanos de humanidad. Sufrir con sus fracasos, con sus miserias, con la opresión de que son víctima. Alegrarme de sus alegrías. Comenzar por traer de nuevo a mi espíritu todos aquellos a quienes he encontrado en mi camino: Aquellos de quienes he recibido la vida, quienes me han dado la luz y el pan. Aquellos con los cuales he compartido techo y pan. Los que he conocido en mi barrio, en mi colegio, en la Universidad, en el cuartel, en mis años de estudio, en mi apostolado... Aquellos a quienes he combatido, a quienes he causado dolor, amargura, daño... A todos aquellos a quienes he socorrido, ayudado, sacado de un apuro... Los que me han contrastado, me han despreciado, me han hecho daño. Aquellos que he visto en los conventillos, en los ranchos, debajo de los puentes. Todos esos cuya desgracia he podido adivinar, vislumbrar su inquietud. Todos esos niños pálidos, de caritas hundidas... Esos tísicos de San José, los leprosos de Fontilles... Todos los jóvenes que he encontrado en un círculo de estudios... Aquellos que me han enseñado con los libros que han escrito, con la palabra que me han dirigido. Todos los de mi ciudad, los de mi país, los que he encontrado en Europa, en Amé rica... Todos los del mundo: son mis hermanos.