"Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado" (Mt 27, 46)
Quiero compartir brevemente algo que me quedó hoy día en la mañana en un pequeño retiro espiritual Ricardo Ezzati a través de Canal 13.
"Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado". Es el grito de Cristo en la cruz, a punto de morir. Un grito que muchos hemos dado en nuestro no comprender la voluntad de Dios. Sin embargo, es un grito desde el hombre con fe que reclama a su padre.
La vida del Cristiano es un desierto que debe atravesarse en plena comunicación con Dios, ya que a su margen quedamos desnudos como Adán y Eva sin el brillo de Dios. Un camino de desierto que debe ser vivido de forma sencilla, tan solo necesitamos agua, compañía y una brújula. Agua que es fe renovada en el contacto con Cristo vivo, compañía que es el vínculo con los demás y la brújula que es el camino de la cruz. Un camino que implica un salto en la fe, grabado en las últimas palabras de Jesús: "Padre en tus manos encomiendo mi espíritu" (Lucas 23, 45).
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